En un logro histórico para las islas hermanas de las Pequeñas Antillas, Sint Maarten y San Martín han destacado en los Juegos Olímpicos, demostrando que la unión y la determinación pueden llevar a grandes éxitos. Estas dos pequeñas islas del Caribe, con una población combinada de poco más de 400.000 habitantes, han logrado hacerse notar en la escena deportiva internacional, gracias a la dedicación y el esfuerzo de sus atletas. Esta hazaña es un orgullo para la región y un ejemplo a seguir para otras naciones pequeñas que buscan hacer un impacto en el mundo del deporte.
Dos pequeñas islas del Caribe brillan en los Juegos Olímpicos, un gran logro para Sint Maarten y San Martín
Hasta el inicio de los Juegos de París, 68 de los 26 países con comité olímpico jamás habían conseguido una medalla. Ahora ya son solo 66 las naciones ‘vírgenes’. Santa Lucía y Dominica, dos minúsculas islas del Caribe, celebraron como una fiesta nacional el sábado los oros de sus hijas predilectas, Julien Alfred, campeona de los 100 metros, y Thea Lafond, la reina del triple salto.
Son, además, islas prácticamente vecinas. Santa Lucía, la patria de Alfred, se independizó del Reino Unido en 1979 y debutó en los Juegos en Atlanta 96. Con apenas 616 kilómetros cuadrados de extensión, tiene 183.000 habitantes y ocupa el puesto 174 en el ranking PIB, el que marca el producto interior bruto. Dominica, donde nació Lafond, es independiente desde 1967 y tiene solo 72.000 habitantes. Hubieran cabido todos en el Stade de France el día de la final. Con 751 km2, también debutó en los Juegos en 1996.
¿Son dos milagros? A tenor de la precariedad económica y las dimensiones de los dos estados, eso parece. Dominica tiene un solo estadio, pero no tiene pista de atletismo. Comenzó a construirse una hace algunos años, pero por ahora sigue inutilizable. Santa Lucía tampoco cuenta con una infraestructura propia ni sistema de ayudas al deporte, así que el camino de las dos campeonas olímpicas ha sido idéntico, la emigración a Estados Unidos y el potente programa del atletismo universitario americano, en el que se enrolaron.
Algo ya vivido antes en otras pequeñas islas antillanas como Grenada, con el cuatrocentista Kirani James, Bahamas o Saint Kitts and Nevis, que llegó a tener un campeón mundial de 100, Kim Collins, todos ellos formados en Estados Unidos. Por no hablar del enorme nivel atlético de Cuba y Jamaica, que sí encuentra medios para crecer sin tener que emigrar por sistema. El potencial genético de la zona es evidente: 14 islas del Caribe tienen medallas olímpicas.
Julien Alfred, campeona olímpica, es la primera medallista de la historia de la diminuta isla de Santa Lucía.
Las dos protagonistas de esta historia fueron abanderadas de sus países en la inauguración de los Juegos. Alfred, 23 años, la nueva mujer más rápida del mundo, vive y entrena en Austin, Texas. Comenzó corriendo descalza en Santa Lucía, de niña, quiso dejar el atletismo a los 12 años tras la muerte de su padre, pero su técnico de entonces, consciente de su potencial, la convenció para seguir después de verla ganando por sistema a chicos dos y tres años mayores. Se fue sola a Jamaica a los 14, y después consiguió una beca para ir a Austin, donde en 2023 fue escogida mejor atleta-estudiante del año.
Lafond, de 30 años, no había logrado nunca antes un gran podio, con dos quintos puestos en los Mundiales como máximo logro. Llegó a Silver Spring, en Maryland, de pequeña con su familia. Del voleibol pasó pronto al atletismo. Graduada en periodismo y educadora especial en una escuela, acabó casándose con su entrenador, Aaron Gadson. En París, tras su medalla de oro, no dejaron de preguntarle por su país, y su mayor énfasis lo puso en recalcar que “somos Dominica, no la República Dominicana”, harta de ver publicados errores sobre su nacionalidad. Y reclamó a su gobierno que por fin construya una pista de atletismo en la isla.
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