Darryl Dawkins, el 'Destrozador de Tableros' conocido como 'Trueno de Chocolate'

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Darryl Dawkins, el 'Destrozador de Tableros' conocido como 'Trueno de Chocolate'

El mundo del baloncesto se vistió de luto en 2015 con la noticia del fallecimiento de Darryl Dawkins, un jugador de la NBA que se ganó el apodo de 'Destrozador de Tableros' debido a su impresionante habilidad para romper tableros en los partidos. Sin embargo, su legado va más allá de su físico imponente y su juego agresivo. Dawkins era un jugador carismático y querido por los aficionados, que lo conocían como 'Trueno de Chocolate' debido a su piel morena y su habilidad para dominar la cancha. A lo largo de su carrera, Dawkins jugó en equipos como los Philadelphia 76ers y los New Jersey Nets, dejando un legado que sigue inspirando a los amantes del baloncesto.

El 'Destrozador de Tableros' que hizo historia en la NBA

Darryl Dawkins, conocido como Chocolate Thunder, fue un jugador de baloncesto que no solo se destacó por sus habilidades en la cancha, sino también por su carisma y personalidad única.

La leyenda de Chocolate Thunder, un interior explosivo y carismático

La leyenda de Chocolate Thunder, un interior explosivo y carismático

Dawkins fue un jugador que no pasó por la universidad, y directamente desde el instituto se unió a la NBA, en 1975, con solo 18 años. Fue seleccionado por los Philadelphia 76ers en la quinta posición del draft. En su primer contrato profesional, firmó un millón de dólares por siete años.

El 'Alienígena' que rompió tableros y conquistó corazones

Dawkins se ganó el apodo de Chocolate Thunder gracias a Stevie Wonder, quien lo bautizó así por su estilo de juego explosivo y carismático. Era conocido por sus mates poderosos, que rompían los tableros de los aros, y por su habilidad para llamar la atención.

La vida y muerte de Darryl Dawkins, el 'Trueno de Chocolate'

Dawkins nació en 1957 en Orlando, Florida. Creció en una situación de pobreza con su abuela, su madre y siete hermanos. Su padre los abandonó. A pesar de las dificultades, Dawkins se convirtió en un jugador destacado en su instituto, y luego en la NBA.

Dawkins fue un jugador que amaba la fiesta, los coches y los lujos. Era un tipo que disfrutaba, se reía en cada situación y pocas veces se le veía serio. Tenía un carácter, digámoslo, incorregible.

Fue el responsable de que hoy los aros sean retráctiles. El bullicioso interior de los Sixers marcó su etapa en la NBA por la brutalidad con la que atacaba el aro, cuyos cristales terminaban destruidos.

En 1977, Billy Cunningham llegó al banquillo de los Sixers. Dawkins ya comenzaba a dominar los tableros de la NBA, con más minutos en juego y más de 10 puntos por encuentro. Sin embargo, nunca llegó a la media de 10 rebotes por partido, pese a sus 2,11 metros de altura y 125 kilos de peso.

Dawkins no consiguió récords de anotación personales, ni anillos, ni otros logros individuales. Pero sí aparece en una lista increíble, la de jugadores con más faltas en una misma temporada.

Dawkins se marchó a Italia a disfrutar de sus últimos años en el mundo del baloncesto, antes de acabar en 1995 en los Harlem Globetrotters. En Europa dominó pese a sus problemas físicos, promediando 21,4 puntos y 11,4 rebotes en Torino, y 15,2 puntos y 9 rebotes en Milán.

Tras permanecer un tiempo en depresión por el suicidio de su primera mujer cuando estaban en trámites de divorcio, Kelly Barnes, una niña pequeña le iba a cambiar la vida. Era Tabitha, la hija de Janice, su cuarta y última esposa. Nació con síndrome de Down y participó, años después, en los Juegos Paralímpicos.

Darryl Dawkins dejó huella en la NBA y saltó a la fama por hacer volar tableros por los aires debido a su fuerza desmedida. La liga tuvo que adaptar su tecnología y, además, establecer normas y sanciones para aquellos jugadores que rompían tableros.

Chocolate Thunder personificó el amor al baloncesto y a la vida, un alienígena venido del planeta Lovetron que ofreció al público cosas que éste jamás había visto. Falleció el 27 de agosto de 2015, a los 58 años, debido a un ataque cardíaco.

Javier Santos

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