La 'Monja de Hierro' que arrasó récords

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La 'Monja de Hierro' que arrasó récords

En el mundo del deporte, es común hablar de récords y logros impresionantes, pero pocas veces se encuentra una historia que supere las expectativas como la de Maria Sudecka, conocida como la 'Monja de Hierro'. Esta mujer polaca, de 86 años de edad, se ha convertido en un fenómeno en el mundo del atletismo, después de batir varios récords en la categoría de veteranos. Con una determinación y fuerza interior que la han llevado a superar obstáculos y adversidades, la 'Monja de Hierro' ha demostrado que la edad no es un límite para alcanzar la grandeza. En este artículo, conoceremos más sobre la increíble historia de esta atleta extraordinaria, que ha arrasado récords y ha conquistado corazones en todo el mundo.

Récords y fe: la monja que rompió las limites y conquistó el Ironman a los 82 años

La Monja de Hierro que arrasó récords

María Dorothy Buder, apodada la Monja de Hierro, no es solo una monja que se propuso hacer deporte y fulminar récords, sino que su proceso de emancipación dentro de la Iglesia Católica también tuvo algo que ver en encontrar a Dios fuera del convento mediante el deporte. Sus registros son dignos de estudio.

Sus logros son impresionantes: ha acumulado miles de kilómetros en 325 triatlones, incluyendo 45 Ironman, y ha roto todos los registros de resistencia. Atesoró el récord mundial en terminar una distancia Ironman con mayor edad, a los 75 años. También se convirtió en la mujer de más edad en completar el Ironman de Hawaii en 2005, llegando a meta una hora antes del cierre de control y repitiendo el año siguiente con un tiempo de 16:59:03.

Un nuevo récord a los 82 años

Un nuevo récord a los 82 años

Tras varios intentos fallidos en 2010 y 2011, por fin en 2012 Buder estableció, a sus 82 años, el nuevo récord de edad del mundo al terminar el Subaru Ironman en Canadá con un tiempo de 16:32:00 horas. Dice, de forma jocosa, que a partir del Ironman 45 dejó de contar.

De monja a triatleta

María Dorothy Buder ingresó con 23 años en el convento de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Tras pasar 17 años en el convento realizando las tareas habituales de ora et labora, vio como en 1970 creció un movimiento de unas 38 monjas que querían formar una comunidad no tradicional de Hermanas Religiosas, llevando otro estilo de vida.

En 1978, Buder se encontraba perdida y tenía 48 años. La monotonía se había instaurado en su vida. Un día, el padre John empezó a hablar de los beneficios de salir a correr, de que armonizaba cuerpo y mente y de la grandeza de ver la bondad de Dios en la naturaleza. Ese mismo día, tras realizar todas las tareas, salió a correr cuando oscurecía. Solo tenía unas zapatillas de tenis y reconoce que el running se me presentó en un momento muy importante de mi vida.

El triatlón y la bicicleta

Cuatro años después de salir a correr por primera vez y tras haber competido en distancias cortas, se le presentó la idea de hacer un triatlón. Un atleta que la conocía volvió de Hawaii en 1981 y le dijo que debía probarlo. Le dijo las distancias que debían cubrirse y automáticamente, Buder lo descartó. No se sentía preparada para tal bestialidad y además hacía años que no nadaba, no estaba dispuesta a darse codazos para abrirse paso y tampoco tenía bicicleta.

Un benefactor de la congregación de los Buenos Pastores se enteró de sus intenciones y se fue a una subasta policial y consiguió una bicicleta. Tuvo que aprender a utilizar una bicicleta de 10 velocidades. Dice que fue como pasar de un poni a un caballo de carreras; luego pasé a una de 20 velocidades.

La popularidad y la labor apostólica

En 1985, a los 55 años y preparándose para participar en su primer Ironman, se rompió la cadera y durante la convalecencia, leyó un libro que contaba un estilo de vida de las monjas que habían creado una nueva comunidad. Fue el paso definitivo para dejar el convento y unirse a otro tipo de labor apostólica.

Buder dedicó gran parte de su tiempo a entrenar y competir sin olvidar su labor apostólica. Su creciente popularidad hizo que realizase entrevistas y saliera en los medios de comunicación. Ahí vio la posibilidad de poder recaudar fondos para organizaciones benéficas.

Cuenta que Entrenaba religiosamente y, la vida religiosa y la deportiva, son complementarios en la medida en que son constructores de caracteres.

Sería de justicia que la organización de los Ironman cambiase la denominación de la prueba e incluyese Ironwoman en su honor. Lo que sí se han planteado es abrir nuevos tramos de edad en la categoría de mayores de 80 años visto la resistencia de algunos atletas. Y quizás deberían plantearse abrir otro tramo para mayores de 90 por si la Monja de Hierro decide volver a competir. Seguro que ganas no le faltan.

Miguel Vega

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