Manchón, del Can Tunis al corazón del Barcelona

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Manchón, del Can Tunis al corazón del Barcelona

En un sorprendente ascenso, el joven futbolista Manchón ha logrado dar el salto del Can Tunis, equipo de divisiones inferiores, al primer equipo del Barcelona, uno de los clubes más importantes del mundo. Esta histórica promoción es el resultado del trabajo arduo y dedicación del jugador, que ha llamado la atención de los entrenadores y directivos del club catalán. Ahora, Manchón tendrá la oportunidad de demostrar su talento y habilidad en el campo, y de formar parte de una de las plantillas más laureadas del fútbol español.

El secreto izquierdo de Manchón: el legado de un crack en el corazón de Barcelona

Eduardo Manchón (1930-2010) fue el extremo izquierdo del excepcional equipo de ‘Les Cinc Copes’ (1952), el chico que creció en Can Tunis y que tantos goles le sirvió a Kubala en Les Corts con la zurda, el último crack de la canción de Serrat. Sin embargo, la historia oculta una verdad sorprendente: Manchón no era zurdo, sino diestro.

A 14 años de su fallecimiento, su viuda, Roser Marigó, recupera aquella anécdota oculta y otras vivencias en su casa, convertida en un santuario donde se percibe gratitud eterna hacia el hombre que llegó al corazón de los culés.

La voluntad de un joven

La voluntad de un joven

A finales de los 40, el Barça buscaba un zurdo y la voluntad de Eduardo hizo el resto. “No le rechazaron como se dijo, le dijeron que ‘no’ porque querían un extremo izquierdo. A pesar de ello, se hizo una pelota con trapos y cordeles y en una pared del barrio chutaba en solitario cada día, una y otra vez, incansable. No desfalleció hasta que logró controlar mejor la zurda que la diestra y pasó la prueba. Él era así de luchador, constante y comprometido”, puntualiza Roser.

Orígenes humildes

Manchón nació y creció en Can Tunis en una de las ‘casas baratas’ promovidas en los años 20 para dar cobijo a la inmigración que empezaba a llegar a Barcelona con fardos y las maletas atadas. Aquellos inmigrantes levantaron la Exposición de 1929, construyeron el metro y urbanizaron el Eixample. Entre los que buscaban una oportunidad se encontraban sus padres, Eduardo y María, llegados de Lorca.

Casa Antúnez era un poblado de chabolas que compartían territorio con las nuevas casas de obra, un barrio resguardado por Montjuïc y la falda del cementerio, la cantera del Polvorín y el puerto comercial de descarga. En 1930 nació Eduardo Manchón Molina y más tarde sus hermanos Andrés y Manolo.

Infancia en el barrio

La infancia de Eduardo transcurrió entre la escuela del barrio, con sus amigos y hermanos, cazando pájaros de los nidos de la pared del cementerio, trepando por higueras y jugando partidos en los descampados. Alguien debió dar un aviso cuando jugaba en el equipo del Casa Antúnez, donde su padre era el barraquero, y apareció el Barça. Desde entonces un coche llegaba a su calle y lo recogía en los días de entrenamiento.

A menudo el que venía era Josep Boter, institución azulgrana y hombre clave en la captación de jóvenes con futuro. Eduardo no era muy alto ni fornido y Boter solía traerle un par de huevos para ser bebidos durante el trayecto para proporcionarle proteínas, recuerda Roser.

El camino al éxito

“Cuando fichó por el Barça jugó en el amateur y luego en el España Industrial con Aloy, Bosch y Biosca. Le dieron mil pesetas y un traje de Tamburini, fabricados en Sabadell, muy elegante por aquellos tiempos” precisa Roser, ágil e inteligente, que a sus 88 años atesora el legado memorístico de su marido.

“El club le dio un empleo para ayudar a la familia mientras progresaba como futbolista. Trabajó en la sede del Barça de Méndez Vigo haciendo un poco de todo, cobrando recibos o ingresando dinero en el banco. “Cuando pudo permitírselo alquiló un piso en la calle Portbou de Sants donde instaló a la familia”.

Un hombre sencillo y generoso

Con frecuencia, siendo famoso y ya campeón de ‘Les Cinc Copes’, Manchón visitaba a sus amigos de toda la vida. Frecuentaba las visitas a Primitivo Ardid, que tenía un bar cerca del cementerio, a los hermanos Subías de las lápidas, y a Paco Candel. Cuando venía se corría la voz por el barrio para estar junto a Eduardo y escuchar sus historias de futbolista. “Nunca dejó de ir al barrio. Siempre fue sencillo, humilde y generoso con todos”.

Un legado que sigue vivo

En 1956 Manchón le echó una mano a Candel en sus inicios como escritor. Su compañero de infancia encontraba todas las puertas cerradas para editar su primer libro y el futbolista le dijo que era amigo de un editor y directivo que frecuentaba Les Corts. Se trataba de Josep Janés i Oliver, poeta y uno de los editores más reconocidos que solía acudir al vestuario para regalar libros a los futbolistas. El contacto funcionó y Candel obtuvo el visto bueno de Janés para publicar ‘Hay una juventud que aguarda’. Fue el inicio de una trayectoria de éxito.

Manchón jugó siete temporadas (1950-1957) en el primer equipo y se marchó voluntariamente dos años antes de finalizar su contrato sumando 243 partidos y 99 goles. Ganó 2 Ligas, 4 Copas, 1 Copa Latina y 2 Copas Eva Duarte. Siguió en Primera en el Granada y Deportivo para pasar al CE L’Hospitalet y terminar en el Iberia, sus orígenes en Can Tunis.

El legendario jugador estuvo entrenando con los veteranos hasta los 79 años, explica su hija Esther, maestra de educación especial. “Un poco antes de cumplirlos se le detectó un cáncer de riñón. A las cinco semanas de extirparle el riñón me dijo que le acompañase al entrenamiento. Llegamos un poco tarde y se cambió. Cuando le vieron salir sus compañeros se emocionaron, le aplaudieron y le hicieron el pasillo. Iba vestido del Barça. Semanas más tarde, con la quimio y arrastrando ya un carrito con el oxígeno, me dijo: acompáñame porque ésta será la última vez que iré. Fue la última comida con los compañeros. No quería que ellos padecieran por él”.

Las cenizas de Manchón fueron depositadas en el mar que tanto amaba, frente al espigón de Cambrils por Eduardo, su hijo mayor, comandante de aviación y aficionado al submarinismo. “Él está en casa. No se ha ido”, repite Roser mostrando fotos, placas, trofeos y reconocimientos. Pero en especial, muestra satisfecha los dibujos, pinturas y bocetos alusivas al abuelo de los cinco nietos (Aina, Marc, Claudia, Marieta y Eduardo) que cubren las paredes de su casa.

Daniel Álvarez

Soy Daniel, autor en El Alcoraz, un periódico independiente de actualidad sobre fútbol y deportes. Mi pasión por el deporte me impulsa a compartir las últimas novedades con rigurosa objetividad. En cada artículo, busco informar a los lectores de manera clara y precisa, ofreciendo un análisis profundo y apasionado. ¡Acompáñame en este apasionante viaje por el mundo del deporte!

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